3 claves (o preocupaciones) que emanan para la política de América Latina tras el plebiscito chileno
Serán muchas las lecturas publicadas que tendrá el triunfo del ‘rechazo’ a la nueva Constitución en Chile.
Cada una de estas lecturas, que reivindica la postura ideológica de cada sujeto, suele apresurarse a confirmar las teorías preestablecidas que le soportan su posición política y terminan, por ende, explicando interesadamente el suceso.
Sin embargo, los actores que hacen vida en la propia ‘realpolitik’ necesitan comprender el fenómeno para asimilarlo, y para ello requieren producir análisis críticos, de esos que no siempre se publican.
Así las cosas, podemos ir develando, todavía de forma preliminar, algunos de los puntos que estarán sobre las mentes de los que piensan la política (sea por científicos o por políticos, según las categorías weberianas) a posteriori del impactante resultado.
1. El péndulo puede girar más rápido de los esperado
Después de los triunfos que había cosechado la izquierda chilena a partir del estallido de 2019, el mundo esperaba que su proceso se estableciera de manera más o menos firme en la consecución de sus objetivos.
El primero y más importantes de ellos, el cambio de la Constitución redactada por el expresidente Augusto Pinochet.
La política se mueve muy rápido y ningún proyecto político tiene certezas sobre su estabilidad, incluso cuando irrumpe por movilización popular y lleva varias victorias holgadas.
Lo cierto es que muy rápidamente las mayorías desecharon el camino propuesto para tal fin y hoy no hay un horizonte claro para los que querían lograrlo, generando turbulencia en un gobierno que apenas comienza.
El péndulo giró, se supone que hacia la derecha, de manera tan acelerada como sorprendente.
Así, la primera impresión es que la política se mueve muy rápido y que ningún proyecto político tiene certezas sobre su estabilidad, incluso cuando irrumpe por movilización popular y lleva varias victorias holgadas y al hilo, como el caso chileno.
Cada elección es un evento de incertidumbre y nunca se sabe cómo se va acomodar el electorado.
Y en este punto se produce la primera clave: prepararse constantemente para los escenarios imprevistos y para los cambios abruptos.
2. Los abstencionistas tienen la palabra
El comportamiento del electorado ya no solo se mide si este se mueve un poco a la izquierda o la derecha.
Las estrategias clásicas para ganar elecciones se basaban en tomar el centro político, como se define al campo de los indecisos que suelen acompañar los proyectos más racionales, dialogantes y menos extremos.
En la política tradicional se suponía que ganaba quien de mejor manera y de forma más creíble podía generar entusiasmo desde un polo pero, a la vez, tenía la capacidad de ir deslizándose eficazmente hacia el centro.
Sin embargo, eso no fue lo que ocurrió en Chile ni tampoco en Colombia, y está por verse si sucederá en Brasil.
El expresidente y candidato Luiz Inácio Lula da Silva está implementado esta estrategia clásica, aliándose incluso con actores de centro-derecha para tratar de arrinconar en el extremo a un presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que se mueve desde un radical populismo de derecha.
Recordemos que la estrategia del actual presidente colombiano, Gustavo Petro, no fue esta de Lula.
El entonces candidato optó en su campaña no solo por aliarse con el centro, sino en buscar el voto del abstencionista crónico de determinadas zonas que eran proclives a su fórmula.
Y fue así que consiguió los votos necesarios para remontar la dura cuesta que le impuso la candidatura sorpresiva de Rodolfo Hernández, un antipolítico y populista de derecha que le siguió muy de cerca.
De haberse aliado con el centro y el liberalismo como actores centrales y de haber optado por una fórmula vicepresidencial proveniente de este sector, en vez de con la lideresa afrodescendiente Francia Márquez, probablemente no hubiera movido estos sectores del abstencionismo histórico y hubiera perdido ante un acechante Hernández.
En el caso chileno, fueron más de cinco millones de votantes quienes no habían ejercido su derecho en eventos anteriores, como el plebiscito de 2020, los que sepultaron el proyecto constitucional de la izquierda emergente.
En este caso tuvieron la presión de la obligatoriedad del voto que antes no existía, pero casi al unísono lo hicieron a favor del ‘rechazo’.
Estos sectores son muy difíciles de ubicar política e ideológicamente y, por ende, son difíciles de convocar.
Además, son proclives tanto a cambiar su posición como a volver a su estado de inmovilización.
En Venezuela, las últimas elecciones han estado signadas por una altísima abstención que, a diferencia de Colombia, no era algo típico de sus eventos comiciales.
Sin embargo, en las últimas regionales de 2021, la subida en la participación permitió a la oposición ganar sorpresivamente gobernaciones y alcaldías históricamente chavistas.
Todos estos ejemplos hacen ver que los indecisos o abstencionistas, que básicamente son sectores que por diversas razones prefieren no participar en política, pueden tener, y están teniendo, un peso decisivo cuando deciden participar.
Estos sectores son muy difíciles de ubicar política e ideológicamente y, por ende, son difíciles de convocar para cualquiera de las tendencias.
Además, son proclives tanto a cambiar su posición como a volver a su estado de inmovilización a la hora electoral.
De ahora en adelante, todos los actores tendrán que darle, en cada evento electoral, un mayor peso a esta gran masa de votantes, que muchas veces no ejerce su derecho, y contemplarla de manera más significativa en su estrategia.
3. El populismo como vía para ganarse al electorado
Es cada día más evidente que cuando la política eleva su descrédito y la gente deja de considerarla como una esfera en la que se puedan conseguir cosas, el método populista es el que vuelve a levantar las expectativas y entusiasmar a las grandes mayorías.
Así lo hizo Bolsonaro, Petro y, quizá, quien sea el populista más emblemático y exitoso del momento: el presidente de El Salvador, Nayib Bukele.
En el debate público entre Boric y Bukele, días antes del plebiscito Chileno, el primero justamente criticaba al segundo por no apegarse a la institucionalidad liberal y romper los límites de la política tradicional.
Con una respuesta suave, pero lapidante, Bukele en cierta forma predijo la falta de acompañamiento que tenía Boric en el electorado.
Este debate entre Boric y Bukele dice mucho de la controversia entre el modelo político del populismo y del liberalismo: a este último le preocupan las formas y la institucionalidad y al otro le preocupa, en primer orden, lo que piense el pueblo.
Ambos modelos, el liberal e institucionalista de Boric y el populista de Bukele riñen en la forma de hacer gobierno pero, al parecer, al menos en América Latina, es el que representa Bukele el que suele tener respaldos populares mayoritarios, aunque la institucionalidad intente desecharlo y ubicarlo fuera de la legalidad.
Boric criticó de Bukele el hecho de no participar en las cumbres de presidentes, denominó como «sospechoso» no someterse «al escrutinio de sus pares» y reprobó «la forma en que lidera su gobierno».
Al respecto, Bukele respondió: «Lo importante no es que no se sienta identificado conmigo, sino si mis hermanos chilenos se sienten identificados con él».
Este debate sucinto, pero sincero, dice mucho de la controversia entre el modelo político del populismo y del liberalismo: a este último le preocupan las formas y la institucionalidad (nacional e internacional) y al otro le preocupa, en primer orden, lo que piense el pueblo.
A los pocos días del mencionado debate, Boric perdía su primera batalla mientras Bukele, por los momentos, sigue invicto, y al parecer en franco ascenso a pesar de los cuestionamientos internacionales.
Boric se apegó a los partidos tradicionales y al centro político para tratar de ganar y perdió. Bukele trata de hacer ‘tabula rasa’ justamente con estos sectores tradicionales, independientemente de su signo político.
La comprensión de estas tres claves resulta imprescindible en el momento actual no solo para ganar elecciones, sino para mantenerse en el poder.
Los próximos días y meses, los diferentes proyectos políticos se sentirán nerviosos por el resultado de Chile, debido también a la dificultad de comprender estos ingredientes que están irrumpiendo y transmutando a la política.
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